Nuestra Señora de la Granada

Cuando los hermanos de la Virgen de la Granada deciden realizar una imagen titular a la que rendir culto, lo hacen pensando en la estética y en la expresión clásica de la antigua imagen de la hermandad. Una talla sobria, elegante y serena, sin concesiones a los excesos del neobarroco. Por esta razón, el encargo a Alberto Fernández Barrilao (1972) pasa por mantener el espíritu y la unción, en el semblante y en las formas, de la escultura granadina de los siglos XVII y XVIII.

Bien podría considerarse cómo la Virgen de la Granada es, en verdad, un grupo escultórico compuesto por dos tallas, la propia imagen de la Virgen y la del Niño Jesús de los Reyes. Un conjunto que sigue la estela de la iconografía hodegetria, que sosteniendo a la imagen del Niño, enseña quién es  “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Asimismo, la posibilidad de separar ambas imágenes, permite asimismo potenciar otros aspectos iconológicos sobre la figura de la Virgen y también del propio infante, según los tiempos litúrgicos y la representación plástica de los misterios de la fe.